ESFERINA Y PRISMÍN: FÁBULA MATEMÁTICA MODERNA, por ∫(InP/P)dP

 

 

 

 

 

 

 

ESFERINA Y PRISMÍN: FÁBULA MATEMÁTICA MODERNA, por ∫(LnP/P)dP

Esferina siempre había vivido muy feliz en su pueblo, Cuevas π del Almanzora. En aquel lugar, solo vivían figuras geométricas, que tenían que ver con el número π, esferas, cilindros, conos, círculos y circunferencias. Cada día era redondo para Esferina y estaba muy orgullosa de su familia. Iba al colegio y su padre, Jaroπ, era su maestro. Estudiaban muchas fórmulas matemáticas, entre las que destacaban: área del círculo -πr²-, longitud de la circunferencia -2πr-, etc.

Cada mañana, cuando amanecía, veía el sol, que era redondo, su planeta redondo, las gominolas que le daba su madre, cuando sacaba buenas notas, redondas y hasta su paga semanal, que utilizaba para comprar un patinete -de ruedas redondas– se pagaba con monedas –redondas-. Todo lo bello y útil, como la poesía, estaba en la forma circular y así lo había creído desde pequeña.

Un día llegó a Cuevas π, un chico, de apariencia muy extraña. Nadie quería hacerse su amigo porque tenía una forma que no era circular. Parecía un armario y nunca había oído hablar del número π. Al girar 90°, la esquina de la calle tropezó con Esferina y algo mágico sucedió entre ellos. Este chico tenía unas proporciones maravillosas, y Esferina creyó perder la razón por él.

A Prismín, que así se llamaba el chico, le pasó lo mismo. Un amor irracional e infinito surgió de su estructura interna. Se le quedó una cara de tonto integral pero sabía que lo peor estaba por llegar.

La probabilidad de que la familia de Esferina lo aceptara, era prácticamente nula. A pesar de todo, decidió acudir a casa de su amada, con la incógnita de saber cómo lo iban a recibir. Nada más entrar en la casa, se encontró con dos primos de Esferina. Al ver que Prismín, no era como ellos, sumaron sus fuerzas y estuvieron al límite de dividirlo en tres. Esferina comenzó a llorar y derivó la conversación cuando llegó su padre, y le preguntó qué le pasaba. Ella era muy reservada y en el 90% de las veces era incapaz de hablar. Sentía una impotencia enorme, fraccionó su ira y decidió explicar a su padre los factores que le hacían estar enamorada de Prismín. A Jaroπ, máximo exponente de la familia Jaπrosa, no le importaron lo más mínimo las razones de su hija, y su enfado siguió creciendo exponencialmente. La relación entre Esferina y Jaroπ en aquel momento era inversamente proporcional al amor que sentían entre ellos.  Debía haber un punto de inflexión, que diera un mínimo de esperanza a aquella familia. Jaroπ, potencialmente muy inteligente, pensó si era mejor perder a una hija, o ganar  otro miembro de la familia, que aunque no tuviera curvas podría aportar nuevas ideas y hacer feliz con mucha frecuencia, a la simpática Esferina.

¡Lo que las Matemáticas una,

que no lo separe la diferencia!

 

 

 

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